Entre los lesionados en Michoacán están incluidos policías comunitarios y civiles, además de daños materiales a viviendas y comercios cercanos. Las primeras indagatorias por parte de la Fiscalía General del Estado y la Fiscalía Especializada en Materia de Delincuencia Organizada ya apuntan que el vehículo llegó desde el vecino estado de Colima y que grupos criminales como el Cártel Jalisco Nueva Generación estarían relacionados con el ataque.

El primer caso conocido de este tipo de ataques se registró en Guadalajara en 1994, cuando un carro cargado de explosivos estalló y dejó cinco muertos, atribuido entonces al cártel de los Arellano Félix. En la década de 2010, con la llamada “guerra contra el narcotráfico”, estos atentados resurgieron pues un coche bomba explotó en Ciudad Juárez dejando cuatro muertos y marcó una escalada significativa en las tácticas del crimen organizado.

Durante los años siguientes hubo múltiples detonaciones en estados como Tamaulipas, Nuevo León y Guanajuato. Entre 2010 y 2012, en municipios de Tamaulipas y Nuevo León se reportaron varios coches bomba, aunque muchos de esos eventos no dejaron víctimas mortales. Más recientemente, en Octubre de 2024, dos coches bomba estallaron en Acámbaro y Jerécuaro, Guanajuato, causando lesiones a policías y daños materiales significativos.

Otro caso destacado fue el ataque al penal de Tula, Hidalgo, en 2021, donde al menos tres coches bomba fueron detonados como parte de una operación para liberar a reos de alta peligrosidad, logrando la fuga de varios internos y obligando a un fuerte despliegue de fuerzas de seguridad.

Aunque no han sido tan frecuentes como en otros países, estos atentados con vehículos cargados de explosivos han dejado una huella en varias regiones de México demostrando cómo el crimen organizado no solo se enfrenta a las autoridades mediante armas de fuego, sino que también recurre a métodos que causan terror entre la población.